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Vivo a las orillas
en la periferia el margen
Hay muchas formas de nombrar
estar lejos de todo
pero cerca de un monte
que en las noches está en otro siglo
uno sin luz sin nosotros
incrustado en él está un Bodega Aurrera
No hay una clínica con área de urgencias
ni una carnicería decente
los refrescos en las tiendas están caducados
y los cadáveres de los perros atropellados cobijan las calles por semanas
Es de noche, camino hasta el Aurrera para comprar una lata de atún
pienso en una pantalla encendida en el fin del mundo
aun dando las noticias.
En esta uña de Dios perdida de su mano
una décima parte del territorio
donde quinientas mil almas
no saben que vivir es portar tu incendio con dignidad
pero viven
no saben qué es la dignidad
pero arden y caminan
mientras el sudor traza constelaciones en sus frentes
mientras la luz enceguece las calles
mientras el medio día pero hay que salir a trabajar
tomar una de las tres rutas que conectan a esta pequeña uña
con el corazón autonombrado corazón
Arder y caminar
Arder sin metáforas porque no es un oficio
el verdadero fuego no se anuncia
aquí no está Dios
aquí tampoco es el infierno.
porque soy una nada
tal vez por eso
porque hago todo mal
el amor el odio la familia
porque mi alma no pertenece a este mundo
necesita una unión perfecta
gozosa en sus bordes
pero el mundo es una inmensa ruina
una grieta una mano
una mordida.
Casas más abajo
escuchaba por las madrugadas
al vecino golpear a su mujer
casas más arriba
escucho al vecino
hacerle el amor a su esposa
las paredes son solo una ilusión
de cuatrocientos mil pesos
una deuda infinita
no estamos solos ni juntos
es algo más grotesco
duermo pensando en que Dios
no podrá reconocernos
todas las casas son las mismas.
Bajo un gran ojo
estas hormigas
sus casitas de cartón blancas con amarillo
No ha pasado una década desde que construyeron
este fraccionamiento
Pero la polvareda y la pobreza envejecen las cosas
hace tanta luz pero todo es oscuro
Una oscuridad más densa crece de esta lucidez
el sol delineando el cuerpo de los niños solos
en la carretera lanzan piedras al perro
no tan distinto de ellos.
una mirada habla se abre como un corazón inmenso
tan grande como la casa que nunca tendremos
una negrura tibia desnuda
estos hombres han aprendido a llorar desde las líneas de sus frentes
desde el tercer ojo que les abre con sus uñas el sol
la luz es un cuchillo al mediodía y el calor una herida.
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Arely Jiménez (Aguascalientes, 1992). Es poeta, docente, feminista y paciente renal. Ha publicado libros de poesía como Madre Piedra y otros poemas (UAA, 2019), La noche es otra sombra, Metamorfosis de la O (Sangre Ediciones, 2020) y SiRenal (Arde Editorial Chihuahua, 2023). En el 2021 obtuvo Mención Honorifica en el 39° Premio Nacional de Literatura Joven «Salvador Gallardo Dávalos», en el área de narrativa con su libro «Los árboles no son tan altos de noche». Actualmente imparte talleres libres de poesía y escritura para pacientes con enfermedades crónicas.
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