Monstruos
milagrosos
Por Ana Laura Bravo


Hay un animal con dos
corazones, dos cerebros y quizá, dos conciencias. Es un animal que se ensancha
y se redondea, llenando su piel de surcos, mientras otro se alimenta de él
desde su interior, robando el calcio de sus huesos y la sangre de sus venas. Es
un animal que en realidad son dos, unidos por una cicatriz del futuro que será
para siempre un recordatorio de que el nacimiento es nuestro primer destierro y
que esa criatura bicéfala, con dos pares de brazos y de piernas no es más
monstruosa que una mujer embarazada como la describe Tania Tagle en Germinal[1].

Este libro es una
especie de crónica fractal: cada segmento funciona como la crónica de un
momento, pero también como una carta para alguien que todavía no puede leer y
un ensayo contra la idea de maternidad que se nos ha impuesto socialmente.
Porque Tania Tagle es madre y también escritora y este libro, en lugar de confrontar
a una y otra, es un pacto entre dos formas de creación: la que nos hace
mortales (dar a luz) y la que nos inmortaliza (escribir). Primero nacemos,
crecemos, la mayoría se desarrolla, algunos se reproducen y algunas veces somos
felices. Después morimos. Es el ciclo de la vida. O de la muerte. En realidad,
dos caras de la misma moneda, no tan opuestas como algunos podrían suponer.

Germinal
es una exploración de la maternidad desde el cuerpo. Tagle describe, sin
censura, el desgaste corporal, casi hasta despedazarse, en el acto de crear. Porque
mientras el cuerpo acoge a su huésped también cede a su monstruosidad natural y
se deja transformar en un portal comunicante entre la vida y lo que está más
allá de ella, acaso la muerte. Por eso cuando Tagle nos explica de dónde vienen los bebés no duda en
advertirnos a dónde van: la crianza,
incluso más que la filosofía, es lo que realmente nos prepara para la muerte y
tener un hijo es enseñarlo a morir.

En el tránsito entre
esta vida y esa otra o ese sueño en que despertaremos cuando ya no
despertemos aquí, Tagle dice que la manera de soportar este mundo es aprender a
ver sus milagros. Por eso tener un hijo también es un acto de fe: dejar que
esas casualidades (o no) le confieran sentido a nuestra vida y nos permitan
sobrevivir a sus partes más crudas. No es gratuito: se trata de aprender a mirar, de enseñar a mirar, que también es una
forma de redescubrir el mundo y
abrirse al asombro, lo cual la autora explica como el proceso inverso al de dar
a luz: descubrir un pasaje oscuro del conocimiento, una revelación que nos
obliga a plantearnos más preguntas, que nos despoja de lo que creíamos saber. Porque
Germinal no es un libro sobre ser madre, sino sobre convertirse en una: el horror de la
transformación monstruosa y la decadencia, pero también la fascinación de los
milagros y de todo lo que nos obliga a renunciar a nuestras certezas y aceptar
que hay una parte hermosa y dolorosa en tener un hijo.

Hay una escena al final
de una película (cuyo título no mencionaré aquí, para evitar spoilers) donde
una niña se reencuentra con su madre después de un viaje en el tiempo en que pudo
conocerla y jugar con ella cuando tenía su edad. Al reconocer a su pequeña
amiga en los ojos de esa adulta cansada y que ha perdido las ilusiones que se
llevan los años, la niña sonríe y en lugar de llamarla mamá la llama por su
nombre. A veces la palabra madre es tan grande que es capaz de eclipsar a la
persona detrás de esas cinco letras: alguien que no tiene todas las respuestas,
que también siente miedo, alguien que también necesita esa ternura que, escribe
Tagle, hace que las partes menos agradables de tener un hijo valgan la pena.


[1] Publicado este
año por Editorial Lumen.





Ana Laura Bravo. Es profesora de medio tiempo y lectora de tiempo completo. «Nací en el desaparecido Distrito Federal en febrero de 1994, pero crecí en otros estados, siempre buscando algún camino de regreso a la Ciudad. Estudié literatura en la Universidad Autónoma de Querétaro y en la Universidad de Tarapacá en Chile.»

Actualmente estudia la maestría en docencia y está desarrollando una tesis sobre la enseñanza de la literatura en los bachilleratos técnicos. Ha publicado en algunas revistas y escribió su primera novela, Volver al fin del mundo, con apoyo del Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) de Querétaro, la cual se encuentra en proceso de reescritura. 

«La literatura es mi laboratorio de libertad y me gustaría que mis textos pudieran hacer que quien quiera que los lea se sienta escuchado.»

IG: analaura_bravop

FB: AnaLaura Bravo Pérez




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